El hombre de campera amarilla agrietada tomó uno de los diarios que había sobre la mesa, y se sentó haciendo de cuenta que leía.
Con la mirada perdida, las manos sucias y las uñas largas hacía de cuenta que.
- Disculpe, usted no viene aquí a leer, le dije
- Sí, claro que vengo a leer, contestó nervioso
-Tome - le dije acercándole un paquete de galletas de chocolate-, aquí hay calefacción, hace mucho frío fuera
- Sí - tomó una galleta lento, como si la velocidad hiciese un efecto inverso, y por arte de magia escondiera las manos sucias-, a veces vengo y sueño que esta es mi casa
Contemplé el lugar de lado a lado y dije
- ! Hermoso living el de su casa!, no es tonto. Revestido en madera, Sillones de cuero marrón. Una estufa leña apagada que podría enscender, no es tonto, no
- Tampoco estás acá leyendo
-Sí, claro que estoy leyendo. Leí su rostro, supe que no estaba aquí, que soñaba con otra cosa. Luego paso a la otra sala, la del silencio. Ese es mi escritorio. Escribo conversaciones inventadas que se me ocurren. Que creo que tendrían derecho a existir. Pienso en el amor que todos ellos tienen para dar, y que sin embargo desprecian
El hombre acercó el diario hacia mi cuerpo
- Me gusta esta parte - me indicó con el dedo-, el de las películas. No voy nunca, pero veo las fotos
- ¿Vio? estamos aquí disfrazados de lo mismo, haciendo de cuenta que estamos en un sitio, pero en otro, ya sabe usted
No hay comentarios:
Publicar un comentario